Han pasado tres aáos desde el día
que detrás de otro sueáo se perdió,
y en el fondo de mi alma todavía
vive presa la imagen de su amor.
Y al adiós de su loca despedida
aun me tiembla de angustia el corazón.
Seáor mío Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero,
yo no persigo el dinero,
ni la gloria ni el amor,
soy un dejao de tu mano,
y solamente te pido
olvido, olvido y olvido
para mi viejo dolor.
La he buscado, Seáor, mas vano empeáo:
ya se cansan mis piernas, no doy más,
¡qué dolor el sentirse pordiosero
de un mendrugo de amor y de piedad!
La he buscado, Seáor, mas todo en vano:
nunca más, nunca más la pude hallar.