(Milonga)
Está sentado ahí. Todos saben que es comunista, lo respetan, se sabe, es pobre y rico, generoso al convidar, al envidar y hasta para echar el resto. Confirmo, porque todos sospechan, que tiene miles y miles de compaáeros almas y más.
De la frágil materia del olvido,
pétalo a pétalo te alcé, ilusoria,
tan hondo para amar, tan resentido,
que vuelvo el rostro a toda mi memoria.
Pero no quiero en esta mala gana,
verte como a una Alicia en el espejo,
inalcanzable mancha de una plana,
cuando era niáo, cuando no era viejo.
La memoria es amante que requiere
un tiempo que no puede ser el mío;
no puedo ser el silbo de lo umbrío,
yo soy el cazador, soy el que hiere.
Jacarandoso árbol de la flor,
que pone azul a toda la plazuela
y que te vio guardándote mi amor,
como a fruto robado, una chicuela.
Y yo, que duermo a veces en el seno
de una bebida con calor de madre
qué digo, no, tan sólo de comadre ,
amo el valor del que cayó en el cieno.
El amor que blasfema,
atado como un perro a dura estaca
y aleja del costado del poema,
una visión pueril de toma y daca.
El alma tan mentida,
el tiempo frívolo de sacrosanto
viernes de pasión vestido;
la irresponsable llama de la vida
en el pábilo negro de mi canto,
y ese seáor olvido, que no olvida,
y ese seáor espanto.
(Los textos en cursiva corresponden a partes recitadas y pertenecen a Alfredo Zitarrosa)