Desfile obsesionante de recuerdos
que al pasar me agobian, en mi noche infame.
Las manos que se abrieron suplicantes
y el triste llanto de mi pobre madre.
Rodé en la vida, sin saber porqué,
pagué mis culpas con mi libertad.
Y hoy, un remordimiento que me acosa
se une al cruel tormento de mi soledad.
Ya van diez aáos, nada más.
Diez aáos largos de esperar,
tras esas rejas implacables
que agobian todo afán de libertad.
¡Ya no me importa nada más!
No hay quien espere mi regreso.
¡Oh! Yo que para el mundo soy un muerto
porque la que me esperaba ya no vive más.
Las cartas que mi madre me mandaba cada mes,
dejaron de llegar un día.
Las mías retornaban sin respuesta,
yo ya no tuve mas valor ni vida.
Lloré en la celda por primera vez,
besé el retrato amado con fervor.
Entonces, un presidio del que nunca más saldré,
se abrió para mi corazón.