Son las doce de la noche, apagaron la fogata
que encendieron los purretes porque ser noche de San Juan.
Ha quedado un rescoldito que hace una llamita a gatas
que los vientos del pasado, con dolor, la cubrirán.
Hace un frío de la madona para andar a la intemperie
bate muyo un vigilante maldiciendo en la estación.
A lo lejos ladra un perro y otro contesta distante
como ronda que pasaba de un botón a otro botón.
Iluminan
las luces una cantina
y da paso a dos curdelas
que allá abrazados se van.
Yo voy solo
por la enladrillada acera
con un tango a flor de labios,
un rechifle en la sesera,
el rechifle que me obliga
a encontrar mi soledad.
Un muchacho del Abasto toma el último tranvía
y se larga para el centro a correr el espinel.
En el viaje se ilusiona con problemas de avería,
con cotorros orientales, con mujer muy noble y fiel.
Batallar entre malevos, malandrines y matones
a engrosar la caravana de bacanes de café.
A contar rantes historias de templados corazones
o el amor en una carta, si se juega una mujer.