Un ánima
Dejada en el silencio
Petrificada en mármol
Una estatua
Una crónica funesta
Una mente turbulenta
Recapitulando
Anhelando
Te siembro en este tejido, mi pecho
Germinas del rojo, mi carne, tu suelo
Y creces raíces que embeben mi sangre
Trenzando tu tallo en cada arteria
Que ojalá supieras cuánto sentí
Que ojalá hubiera tenido las agallas de hablar
Por todo eso que dejé desvanecerse en el viento
Cuántas palabras mudas recité para ti
Y si tan sólo hubieras escuchado los bramidos
Maldita la hora en que tu sable me alcanzó
Y tú sin saberlo
Y riego desde mis pupilas tu agua
Levanta el follaje de entre mis costillas
Tu néctar acedo corroe mi garganta
Tu fruto, tan fusco, brota de mis llagas
Vaya con qué romance tan insensato me topé
Ficticio y sin sustento
Y tú, colérica, lo posaste sobre el ara
Inmolándolo como a un aborto
Poco me importaron los augurios que advertían de lo irremediable
Las agujas en mi vientre aquella noche de mutismo perforaban mi hígado
Esa estaca que martillaste tuvo que drenarme
Y tú sin saber, sin saberlo
La hiedra que trepa sofoca mi cuello
Inyecta su dosis de excelso veneno
Derrama tu dulce zumo de toxinas
Devora el limo que persiste en mi piel