Nos pagaron con la sal, así cebaron nuestra calma
En frascos de cristal nos vendieron nuevos karmas
Con aros de metal compraron nuestras almas
Envueltas en celofán nos regalaron armas
Nos juzgaron sin piedad, como juzgan los cobardes
Nos robaron la sal. Sólo dejaron lo que arde
Sin volver la vista atrás, sin importarles nadie
Pusieron de por medio un mar tras incendiar nuestras naves
Sembraron la cizaña en nuestro trigo
Vertieron el veneno en los oídos
¿Acaso no habéis visto arder a los gigantes de papel?
De papel
Mas una vez saboreada la sal, se torna imprescindible
Sigamos el rastro animal de esas bestias predecibles
Sus castillos de cristal, perfectamente reductibles
Con su sangre de coral teñiremos nuestras pieles invencibles
Tomaremos por la fuerza la sal, el trigo, el agua, el aire
Asaltaremos sin cuartel sus olimpos artificiales
Sin tregua y sin piedad les haremos recordar
Que son mortales
Que son mortales