Y pensar que yo creía que los Reyes eran magos, que puntuales llegarían a llenarme los zapatos; abetunados de sueños, de ilusiones y regalos, entre el cinco y el seis de enero, sin faltar año tras año. Y pensar que yo creía lo que creo todavía. Y pensar que yo creía que jugaba con el diablo, presumiendo el primer día de mis pantalones largos; una mano en el bolsillo y jugueteando en los labios ese primer cigarrillo entre sublime y amargo. Y pensar que yo creía lo que creo todavía. Y pensar que yo creía que avanzar era lo bueno, que avanzando llegaría al final de los extremos; a conocer lo prohibido, lo vedado y su secreto, lo que perdura escondido atado a viejos libretos. Y pensar que yo creía lo que creo todavía. Y pensar que yo creía que el amigo verdadero es el que siempre confía, es el que no anda con peros; que para echar una mano de cualquier forma se apaña, sin reclamar nada a cambio, sin picardías ni mañas. Y pensar que yo creía lo que creo todavía. Y pensar que yo creía que aferrado a mi salterio, en sus notas llegaría a descubrir el misterio; que las palabras sencillas, cuando se dicen en serio suelen hacer más cosquillas, que el más grave magisterio. Y pensar que yo creía lo que creo todavía, lo que creo todavía."