Qué musa maravillosa habrá bajado a besarte y qué delicia tortuosa habrá sentido al dejarte. Tú te diste a musicarla con violines de ambrosía y a la hora de guardarla viste tus manos vacías. Pobre insensato pintor, paleta en mano tinta de amanecer, rompiendo sombras, inventando el color que sólo tú podías, sólo tú creías ver. Así voló tu memoria aún más allá que tus años. Siempre es noticia una historia de besos y desengaños. Desde que hallaste la musa que te llevó a la locura, canta tu línea inconclusa la misma recta sin cura.