La sinceridad como bandera. La teoría presa de la práctica incompleta. Pretender vivir diciendo todo lo que piensas te ha salido caro, ya no hay nadie que te entienda. Sin embargo yo, mi gran hermano, comprendo tus dudas, tus miedos, tus pecados. Porque son los míos también, juntos nos los inventamos, y el resto del mundo decidió que somos malos. Si tú sufres, sufro y me desarmo. Y quisiera estar ahí, pero estoy aquí viajando en un tren con rumbo al Sur, por un vino acompañado. Y no sé si es el paisaje o yo el que está llorando. Yo que fui abogado del diablo sigo estando, como entonces, siempre de tu lado. Ni judio, ni cristiano, simplemente humano. Yo no juzgo ni condeno, solamente amo. Me voy despidiendo, estoy llegando. En un par de días vuelvo al Norte y te lo canto. Para estar de nuevo juntos, como cuando enanos, y volver a ser, de entre los buenos, los más malos. Los más malos...