Era un bacán de pretensiones,
gran entrador y aventurero;
ligó programas a montones
y fue el perfecto gigoló.
Cuando encontraba en sus cajones
las cartas de un amor sincero,
las echaba al fuego a manotones
y chacoteaba en tren juguetón.
Quemá esas cartas,
que ya no interesa
tener escondidas
pavadas como esas.
¡Si todo en la vida
es puro chiqué!
¡Quemá esas cartas!
No guardés memorias,
que nunca conviene
que sepa la historia
la mina que viene
de la que se fue...
Hoy, basureado por los aáos,
son cenicientos sus cabellos
y los eternos desengaáos
han lastimao su corazón.
Y cuando solo en su cotorro
halla unas cartas olvidadas,
sollozando evoca a sus amadas
y rienda suelta da a su dolor.
¡Quemá esas cartas!
con pesar murmura,
que vos ya sufriste
la gran amargura
de ver que perdiste
guapeza y salud.
Quemá esas cartas
de la edad pasada
que te ponen triste,
y en su llamarada
verás lo que hiciste
de tu juventud...