Ocurrió así:
comencé a jugar a aquel sagrado juego sin saber
lo que había que hacer, pero pronto aprendí
que cuando hay demasiada gente dentro de la habitación
nadie quiere hablar de amor.
Yo jamás lo lamenté
ni lo lamentaré.
Me encontró por la estación
y me llevó a su apartamento.
Dijo algo sobre mi piel,
me abrazó
y yo cerré los ojos.
Y tuve que entender
que aún hay otra luz que queda cuando en mí se pone el sol,
y ahí estoy: en la ardiente oscuridad.
En parte fue mi culpa; en parte fue su forma de mirar.
Y esta inmensa decisión viene a mí,
viene a mí, viene a mí
y yo no dejo de fumar.
Me encontró por la estación
y me llevó a un apartamento.
Dijo algo sobre mi piel,
me pagó
y yo cerré los ojos.
Cuando el sol comienza a herir
come de mi mano.
Hoy he tomado drogas
que me hacen hablar.