Anocheció en mi refugio.
Me metí en el viejo café.
Vi a un hombre agitando su mano
para que me acercara a él
Murmuró: "Yo fui una vez
fuerte como el sol."
Yo pensé: "Debe de ser
quince aáos más triste que yo."
Y antes de hundir la cara en su vino
aáadió con solemnidad:
"Ahora soy más débil
que el más pálido color celestial."
"Brindo por la Santa Ley",
dijo alzando la voz.
Yo pensé: "Tiene que ser
veinte aáos más triste que yo
o treinta aáos más triste que yo."
Puede ser que el horror pase a tu lado,
pero no, chico, no, ni aun así lo reconocerías.
Y hablan con tal nitidez
-quita o pon alguna tos-
de hambre, amor, dolor y de sed
que piensas por lo roto de su voz:
"Hay hombres muchos aáos más tristes que yo.
Muchos aáos más tristes que yo."