En los intersticios de estos versos inconexos yacen los fragmentos de mi estúpida razón.
Me delata el sórdido pretexto de un recuerdo que se ha diluido en las mieles del adios.
Ya no queda nada, nada, nada más que un mar de sueños rotos
Y esa voracidad de absurdo sublime en el arco íris de tus ojos.
Cuando las imágenes leviten en el tiempo mientras el olvido se apodera de los dos,
Para disiparte simplemente como un eco hasta que se extinga lo que nunca nos unió.
Ya no queda nada, nada, nada más que un mar de sueños rotos
Y esa voracidad de absurdo sublime en el arco íris de tus ojos.
Tantos sueños rotos que se desvanecen hasta ser reflejo de un pasado inexistente.
Ya no queda nada, nada, nada más que un mar de sueños rotos
Y esa voracidad de absurdo sublime en el arco íris de tus ojos.