La piedra hundida en la vía del ferrocarril no es de nadie
Tampoco es mía. Tal vez de aquel hombre gris
Un viejo muñeco de trapo librado al azar
Un dorado diente de ajo lagrimeando frente al mar
Palabras, tan solo palabras, queriendo alumbrar
Rincones con tela de araña enredándose aun más
La lluvia me moja la cara y se siente muy bien
Con las primeras luces del alba me voy a desvanecer
Si esto no alcanza, dónde descansa tu ambicion?