Oyendo el Ave María
surgió, de pronto, una voz.
La voz me dijo, confía
en la fe de un maáana mejor.
Estoy herido de agravios,
no tengo fe ni ambición.
Retazo soy de una vida,
sin amigos, sin luz, sin amor.
¡Ayúdame!
¡Ayúdame, Dios mío!
¡Ayúdame!
Y enseáame el camino.
Yo quise ser tan bueno
como el mismo pan,
pero la gente,
cruel, brutal,
me arrebató la dicha.
¡Ayúdame!
¡Ayúdame, Dios mío!
Oyendo el Ave María,
surgió de pronto una voz.
La voz me dijo, confía
en la fe de un maáana mejor.
Después del largo camino
el alba extiende su amor,
verás que tierno el regreso
en la paz de una dulce ilusión.