Llegaste, paloma, cuando no quedaba ni duende ni trigo;
Cuando ya la furia del viento arrancaba las ultimas hojas;
Cuando ya el invierno dejaba sin sabia mi sueño florido;
Cuando me arrastraba, pidiéndole al mundo mi postrer limosna
Dios sabe por qué te mandó al cuidado de mis manos muertas;
Dios sabe porqué permitió tu risa en mi desconsuelo
Más, si no te doy lo que ya no tengo para ti en la tierra
Será lo mejor que lo pueda hacer desde el mismo cielo