Aunque vos pretendas
que me aparte de tu senda;
aunque me dejes solo,
yo siempre te he de amar;
aunque por mis celos
viva lleno de desvelos
pensando que muy pronto
de mí te alejarás,
igual... igual te adoro,
te lloro y te imploro
con loco afán.
En la tristeza inmensa
de mi desolación,
los duendes de mi mal
me van mordiendo el corazón.
Mientras tu inconstancia me acorrala
y en mí se clava
como un puáal,
en las horas tristes de mi insomnio
mis pobres ojos
no puedo cerrar.
De los espejos turbios
de mi melancolía,
todos nuestros amores
surgen de aquellos días...
Ronda flotando por el cuarto tu figura,
y luego, riendo, te detienes junto a mí
para besarme con tu boca misteriosa,
tu boca deliciosa,
tu beso de carmín.
Hasta que me sorprende al fin la madrugada
loco de cansancio y sin dormir.
Solo... solo y triste
porque sé que tú no existes...
La noche se hace larga
pensando siempre en ti.
Y de ansiarte tanto
sin querer, me asalta el llanto;
un llanto silencioso
que brota sin cesar...
Un llanto que mis ojos,
sin sueáo y rojos,
no aguantan más.
Y en este drama mío
yo me hundo sin piedad.
Párate, corazón,
no abrumes más mi soledad.