El suburbio rante la vio florecer
entre los piropos del garabitaje,
y así entre suspiros la flor del reaje
una tarde de esas se sintió mujer.
Un muchacho humilde y trabajador
le volcó un chamuyo bajito y galante,
y con el milagro de una consonante
brotó una armoniosa milonga de amor.
La biaba de un beso
les pintó el paisaje,
de su porvenir,
bajo las tranquilas
estrellas del barrio,
se enhebró un rosario
con cuentas de amor.
Tejiendo un idilio,
forjando un romance,
la tierna pareja
un cielo soáó.
La biaba de un beso
después de arrullarlos
les dio su dolor.
Ni fue la ganzúa, ni fue el palanquín
de un taura malevo que la pretendía,
lo que abrió a la piba del que la quería
sino fue un trabajo miserable y ruin.
Pero cuando talla fuerte el corazón
inútil es toda la treta que se use,
la piedra, si es fina, brillando se luce
y triunfa el cariáo si encuentra ilusión.