Ah, es que, atolondrado, no me percaté de los humos, de los campos repletos de tanques incendiados, de muertos, de fuego y de cañones.
Es que yo pasaba por ahí. No debí haber pasado. Alegres pajarillos piaban como siempre. Es que el sendero pasaba por allí. De ahí mi confusión.
Me senté en la hierba. Podía sentarme? Nada de acción. Oh, pero algunos caballos... No, la colina con árboles no se movía. Algunos atisbos de sombra. Perros... El viejísimo castillo.
Y si ahora vinieran muchas, muchas manadas de búfalos y alces? Y si la tierra diera otra vez inmensos helechos y volaran los cisnes sobre un lago rosado... ? Y si sonara el gong de bronce en una hondonada, donde las rocas se resquebrajan?
Si brotaran nuevas fuentes de agua y géiseres y uno pudiera bucear entre todas las tortugas. Ah, pero comer peces... y luego volver al castillo.
Pero claro, los aviones. Pasaban con banderillas rojas al viento. Los boquetes se abrían en la atmósfera.
Los millones de nichos donde se nacería otra vez. En la playa.
Podía creerlo? Había un nuevo mar