Locos, locos debímos estar para tomar ese camino. Nos lanzamos cuesta abajo, sin cuidar las cabalgaduras
Así llegamos a la mañana a Tango City, cansados y sin ropa limpia
Walter organizó la acometida y yo me fui para el lado sur. El primero fue Brien. Murió enseguida
Agarré para el norte, pero Sonntag ya había muerto también. En el correo aguardaba el Mayor Sorry con sus jueces ayudantes
Lo rodeamos, le dimos la voz de alto. Es triste un pueblo sin mujeres y niños
Pero así es la dura vida de los buscadores de oro
Warren apareció en el techo del banco y fue derribado. El Mayor se impacientaba. Avanzamos
Gruesas gotas de sudor y tierra surcaron mi pescuezo. Los muchachos arrojaron algunas piedras para distraer
Finalmente el ejército, llegando por el camino real, acometió al mediodía
Estábamos preparados pero sufrimos grandes bajas. Finn y yo, utilizando un atajo, llegamos al campamento y volamos la pólvora
Sorry yacía en su silla, atravesado por una lanza. Su rostro estaba gris
Juntamos los bajages y nos retiramos, Solo quedábamos Toro, Chuc, yo y un puñado de valientes que nunca volvió
Hoy recuerdo ese día, sentado en mi sillón, tomando un brandy y francamente no comprendo nada
Sólo sé, vagamente, que hicimos lo que debíamos. En pro de quién o para qué? Ni idea
Tal vez Dorothy podría aclararlo, ella, que tanto velara por mí.
O Tina, que fue como nuestra madre
Pero ya se fueron hace tiempo
Hoy me queda sólo este sillón. Tal vez mañana ni los recuerdos
La vida en Tango City es exageradamente ruda e impiadosa con los cristianos