Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio,
ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos.
Al lado de él estaba la muerte con una botella en la mano,
me miraban de reojo y se reían por lo bajo.
Y yo que esperaba no sé a quién del otro lado de la calle del otoáo,
una noche de bufanda que me encontró desvelado,
entre dientes oí a la muerte, que decía, que decía así:
"¡Cuántas veces se habrá escapado como laucha por tirante,
y esta noche que no cuesta nada, ni siquiera fatigarme!
Podemos llevarnos un cordero con sólo cruzar la calle..."
Yo me escondí tras la niebla y miré al infinito,
a ver si llegaba ése que nunca iba a venir.
Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio,
al lado de él estaba la muerte con una botella en la mano.
Y temblando como una hoja me crucé para encararlos,
y les dije: "Me parece que esta vez me dejaron bien plantado".
Les pedí fuego y del bolsillo saqué una rama pa' convidarlos,
y bajo un árbol del otoáo nos quedamos chamuyando.
Me contaron de sus vidas, sus triunfos sus fracasos,
de que el mundo andaba loco y hasta el cielo fue comprado.
Y más miedo que esos dos me daba el propio ser humano...
Y yo ya no esperaba a nadie entre las risas del aquelarre,
el diablo y la muerte se me fueron amigando,
ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos,
ahí donde brinda la vida en la esquina de mi barrio...